“Acuérdate de mi…”
Señor Jesús, ¿ cuántas veces contemplándote clavado en la
cruz, me he preguntado, por qué no bajaste de la Cruz y castigaste a aquellos malhechores que se burlaban de ti?
Señor, ¿cuántas veces te he dicho que me es difícil
comprender el misterio de tu crucifixión y muerte; el llamado “escándalo de la
cruz”, ¿cuántas veces me he preguntado por que tenía que ser así, porque tenías
que sufrir tanto?
La iglesia te celebra hoy como rey del universo, como rey
de todo lo creado. Pero en tu palabra, en el pasaje evangélico, te encuentro en
inmenso sufrimiento, aparentemente derrotado y convertido en la burla de toda
aquella gente.
He aquí a nuestro rey: tu trono es el patíbulo más atroz,
la cruz, reservada para los peores
delincuentes, ¿ tu corona? una de
espinas, tu cetro, una vulgar caña, ¿tu vestidura real? No la tienes, estás
desnudo.
En medio de aquel doloroso espectáculo de burlas, mofas e
insultos, hay una persona que comprende, uno que recibe la gracia no solamente
de reprender al otro compañero de suplicio sino también de dirigirse a ti y
pedirte, “Señor, acuérdate de mí cuando estés en tu reino”.
Señor, El buen ladrón comprendió quien eras y también el
sentido de tu muerte. Entendió que
morías por amor a él, por amor a mí y por amor a toda la humanidad.
Comprendió también que tu muerte no era el fin, que no
era una derrota, omprendió que entrarías
triunfante en tu reino y te pedía te acordarás de él en tu momento de tu
triunfo.
Señor Jesús, hago mía la petición humilde del buen
ladrón, “acuérdate de mí, pobre pecador, cuando estés en tu reino “.
Durante mis días de estudiante, en el colegio, aprendí a
rezar la oración de las tres. Aprendí a
todas las tarde a esa hora , a
transportarme en espíritu al monte Calvario
y unirme a María y al discípulo
amado al pie de la cruz y allí pedirte perdón por mis pecados que son
la causa de tu muerte. Y darte gracias por la salvación que nos regalaste en
ese momento a toda la humanidad.
Gracias también por habernos dado a María , tu madre por
madre en aquella hora de salvación.
Y Señor, “Acuérdate de mí cuando estés en tu reino “. Gracias, Señor.
El Caballereo de Nuestra Señora
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