la Luz del mundo
En el momento en que mi nuera se
graduó de maestra con una especialidad en la enseñanza de Parvulitos (early
childhood education) había pocas oportunidades de empleo en las escuelas
públicas de Long Island. Ella logró
conseguir una posición en una escuela privada pero su objetivo era lograr un
puesto en un distrito escolar público.
En los años siguientes el mercado
comenzó a cambiar en parte debido a incentivos que ofreció el Estado de Nueva
York a maestros veteranos para que se jubilaran.
El distrito donde yo trabajaba no era
una excepción. Comenzaron a abrirse posiciones pero yo no quería recomendar a
un miembro de mi familia por la crítica de la cual podría ser objeto.
Un buen día, una amiga cuyo criterio
yo respeto mucho, me dijo, “ si yo tuviera un hijo o una hija de edad
preescolar, me encantaría que tuviera una maestra como tu nuera”.
Recapacite y le sugerí a mi nuera que
solicitara al distrito escolar donde yo trabajaba.
El día de las entrevistas había
muchos candidatos y candidatas para los diferentes puestos.
Al final del día pasé por la oficina
del entrevistador y le pregunté qué tal había encontrado a los candidatos. Me
dijo,” hay muchos muy buenos pero una jovencita pequeña, me impresionó de
manera especial, es como si una luz de pronto se hubiese encendido en mi
oficina”: ¡qué persona tan especial!
Le pregunté, “¿ cómo se llama esa
candidata? “. Cuándo me respondió, le dije,” quiero que sepas que esa es mi
nuera, pero mantengamos el secreto entre tu y yo”. …
En el evangelio de hoy, según San Mateo, no solamente se nos llama a ser
“la sal de la tierra” sino también “ser
la luz del mundo”. Y esto para que cuando el mundo vea esa luz, glorifiquen a nuestro Padre celestial que es el autor de toda luz.
Ciertamente estamos llamados a hacer brillar nuestra luz mediante nuestras
buenas obras para mayor gloria de Dios. Pero a los que nos preocupa glorificar
a Dios por nuestras buenas obras, a veces se nos olvida reconocer la luz
brillante en otros y muchas veces estos otros son personas cercanas a nosotros
y muy queridas por nosotros.
Los dones, las capacidades, las
virtudes, las buenas obras de una persona son reflejos de la presencia de Dios
en su vida. Son regalos con los cuales Dios ha dotado a la persona. Al
reconocerlos y ayudar a que esos dones sean reconocidos, estamos facilitando
que su luz brille, para que los que vean esa luz reconozcan las maravillas que
hace nuestro Padre celestial y le den gloria.
¡ Qué nuestras obras estén siempre
dirigidas a la mayor gloria de Dios y de su santísima Madre, la Virgen Maria. Y
que siempre reconozcamos la luz en otros y les ayudemos a que brille para mayor
gloria de Dios! ¡ qué así sea!
El Caballero de nuestra Señora
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