Cuándo estaba en la escuela
elemental, un día nuestra maestra de religión, una santa mujer, persona de
oración y de vida contemplativa, nos hizo la siguiente pregunta, ¿qué santo te
gustaría imitar? No recuerdo las respuestas
de mis compañeros de clase, pero sí recuerdo claramente lo que yo contesté.
Dije, “me gustaría imitar a los mártires”. La maestra comentó, “que valiente
eres “.
No es que yo fuera tan
valiente, no lo era entonces y no soy ahora, todo lo contrario. Pero mi
razonamiento era que el mártir al dar su vida en defensa de la fe va
directamente al cielo. Mi respuesta fue motivada por el deseo de ganarme el
cielo. Pero la verdad es que en aquel momento yo no entendía lo que el martirio
supone. ;¡ La ignorancia es atrevida!
La idea
central de las lecturas de este domingo 20º del tiempo ordinario, ciclo C, es
qué tenemos que estar dispuestos a vivir de acuerdo a nuestras convicciones, a
lo que creemos, a nuestros principios religiosos, aunque vivirlos y defenderlos
nos cueste la vida, nos lleve al martirio.
Esta
semana pasada hemos celebrado la fiesta de San Lorenzo mártir, un mártir del
siglo tercero de la era cristiana y también celebramos la fiesta de Santa
Teresa Benedicta de la Santa Cruz, Edith Stein, una santa contemporánea que fue
víctima del horrible Holocausto en Auschwitz. Lo que le caracteriza a ambos es
que el fuego del Espíritu Santo, el fuego que Jesús vino a traer al mundo ardía
en sus corazones.
En
nuestros días también hemos recibido el testimonio de la vida del santo
salvadoreño, Monseñor Óscar Romero y la del también santo sacerdote Rutilio
Granda. Ambos martirizados por defender
los derechos de los pobres, por ser la voz de los que no tenían voz frente a un
gobierno opresor.
En la
iglesia ha habido santos martiries en todos los tiempos y en todos los países y
continuarán habiendo siempre personas dispuestas a derramar su sangre por la
defensa de la fe.
No creo
que ni yo ni ninguno de nosotros seremos llamados a derramar nuestra sangre en
defensa de la fe. Pero sí sé que el vivir nuestra fe día a día, preguntándonos
en ocasiones que lo merezcan,
¿qué
haría Jesús en esta situación? y tratando
de actuar, de responder, como Jesús lo haría, supone sacrificio, compromiso,
convicción.
Vivir
nuestra fe, responder como Jesús lo haría motivados por el ardor del fuego del Espíritu
Santo que Jesús nos da en nuestro diario vivir es una forma de martirio. Y hay
que tener en cuenta que a veces nuestro comportamiento no va a ser entendido
por otros aún por miembros de nuestras familias. Pero esta es la conducta que
nos va a ganar el cielo.
¡Que el fuego del espíritu Santo arda en tu corazón a fin
de qué siempre actúes como Jesús lo haría!
¡que Nuestra Señora, la Virgen Madre, nos guie!
El Caballero de Nuestra Señora
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