Friday, August 23, 2024

 

 Señor, ¿ a quién iremos?

 

Este mes de agosto hemos celebrado dos grandes fiestas Marianas, la Asunción el jueves 15 de agosto y María Reina el jueves 22 de agosto.  Celebramos lo que recordamos cada vez que decimos el cuarto y quinto misterio glorioso del Santo Rosario; que Nuestra Señora se durmió en el Señor, fue llevada al cielo por los ángeles y coronada como reina y señora de todo lo creado por su divino Hijo.

 

La devoción a la santísima Virgen forma parte de la espiritualidad que aprendí de mi familia y que luego fue reforzada por mis educadores Marianistas en el colegio donde recibí mi formación religiosa y académica.

 

España y cada país de habla española tiene una patrona, está dedicado a Maria, la madre de Dios, bajo un título especial. Por ejemplo, México a la virgen de Guadalupe, la República Dominicana, a la virgen de la Altagracia, Puerto Rico a la virgen de la Providencia, Cuba a la virgen de la caridad del cobre y así sucesivamente.  La devoción a la santísima virgen no es solamente parte de mi tradición familiar si no que está muy arreglada en nuestra cultura.

 

Durante mi vida he recibido la gran gracia de poder visitar muchos santuarios marianos. Puedo relatar momentos vividos, gracias recibidas, regalos de Dios nuestro Padre, en muchas de estas visitas.

 

Recuerdo cuando visité por primera vez a Lourdes. Me uní a un grupo de peregrinos que viajaban en un autobús de San Sebastián en España a Lourdes en Francia. El viaje en aquella época tomaba como unas cinco horas.

 

Llegamos a Lourdes, yo que viajaba solo, bajé del autobús y empecé a encaminarme hacia el santuario. La primera impresión no fue muy grata; comercios por todas partes, gente comprando artículos religiosos y mucho ir y venir bullicioso.

 

Finalmente llegué al santuario, crucé el gran portón de hierro, divise el río y me sentí entrar en otro mundo, física y espiritualmente. “ Qué bien es estar aquí “. Sentí una gran paz, sentí la presencia de Dios de una manera especial, me sentí muy cerca del cielo.

 

Caminé por todo aquel lugar, tome  dagua de Lourdes, visité la gruta, asistí a misa en la gran basílica moderna junto a miles de peregrinos de todas partes del mundo. Y al oscurecer, participé de la gran procesión de las candelas, cantando el Santo Rosario en muchas lenguas y junto a muchos enfermos que habían venido buscando una sanación milagrosa. Ahora sus rostros revelaban paz y alegría simplemente por estar allí.

 

Entrada la noche regresamos a España y aquel grupo de gente extraña en el viaje de la mañana, ahora se había como te diga debemos ir a la Bakery qué hay cerca de ellos que dijo convertido en una comunidad creyente, eran ahora Iglesia.

 

Se dice que durante su vida el cristiano, el creyente sentirá la presencia de Dios de manera especial en ciertas dime sí ocasiones especiales. Para mí aquella visita a Lourdes fue una ocasión especial de sentir la presencia de Dios. Gracias, Padre, por tan bello regalo que nunca olvidaré.

 

En el evangelio de este domingo 21 del tiempo ordinario, algunos discípulos al escuchar el mensaje que hemos estado escuchando por las pasadas semanas, “ mi cuerpo es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida “ les parece muy difícil de aceptar. Y se alejan de Jesús, lo abandonan.

 

Jesus se dirige a los 12, les pregunta, “ ¿y ustedes también me van a abandonar? “

Pedro responde en nombre de ellos, “¿Señor, a quién iremos? “

 

¡ Iremos a Jesús por María, con una sonrisa!

 

El caballero de Nuestra Señora.

 

 

 

 

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