Señor, ¿ a quién iremos?
Este mes de agosto hemos celebrado
dos grandes fiestas Marianas, la Asunción el jueves 15 de agosto y María Reina
el jueves 22 de agosto. Celebramos lo
que recordamos cada vez que decimos el cuarto y quinto misterio glorioso del
Santo Rosario; que Nuestra Señora se durmió en el Señor, fue llevada al cielo
por los ángeles y coronada como reina y señora de todo lo creado por su divino
Hijo.
La devoción a la santísima Virgen
forma parte de la espiritualidad que aprendí de mi familia y que luego fue
reforzada por mis educadores Marianistas en el colegio donde recibí mi
formación religiosa y académica.
España y cada país de habla española
tiene una patrona, está dedicado a Maria, la madre de Dios, bajo un título
especial. Por ejemplo, México a la virgen de Guadalupe, la República
Dominicana, a la virgen de la Altagracia, Puerto Rico a la virgen de la Providencia,
Cuba a la virgen de la caridad del cobre y así sucesivamente. La devoción a la santísima virgen no es
solamente parte de mi tradición familiar si no que está muy arreglada en
nuestra cultura.
Durante mi vida he recibido la gran
gracia de poder visitar muchos santuarios marianos. Puedo relatar momentos
vividos, gracias recibidas, regalos de Dios nuestro Padre, en muchas de estas
visitas.
Recuerdo cuando visité por primera
vez a Lourdes. Me uní a un grupo de peregrinos que viajaban en un autobús de
San Sebastián en España a Lourdes en Francia. El viaje en aquella época tomaba
como unas cinco horas.
Llegamos a Lourdes, yo que viajaba
solo, bajé del autobús y empecé a encaminarme hacia el santuario. La primera
impresión no fue muy grata; comercios por todas partes, gente comprando
artículos religiosos y mucho ir y venir bullicioso.
Finalmente llegué al santuario, crucé
el gran portón de hierro, divise el río y me sentí entrar en otro mundo, física
y espiritualmente. “ Qué bien es estar aquí “. Sentí una gran paz, sentí la
presencia de Dios de una manera especial, me sentí muy cerca del cielo.
Caminé por todo aquel lugar,
tome dagua de Lourdes, visité la gruta,
asistí a misa en la gran basílica moderna junto a miles de peregrinos de todas
partes del mundo. Y al oscurecer, participé de la gran procesión de las
candelas, cantando el Santo Rosario en muchas lenguas y junto a muchos enfermos
que habían venido buscando una sanación milagrosa. Ahora sus rostros revelaban
paz y alegría simplemente por estar allí.
Entrada la noche regresamos a España
y aquel grupo de gente extraña en el viaje de la mañana, ahora se había como te
diga debemos ir a la Bakery qué hay cerca de ellos que dijo convertido en una
comunidad creyente, eran ahora Iglesia.
Se dice que durante su vida el
cristiano, el creyente sentirá la presencia de Dios de manera especial en
ciertas dime sí ocasiones especiales. Para mí aquella visita a Lourdes fue una
ocasión especial de sentir la presencia de Dios. Gracias, Padre, por tan bello
regalo que nunca olvidaré.
En el evangelio de este domingo 21
del tiempo ordinario, algunos discípulos al escuchar el mensaje que hemos
estado escuchando por las pasadas semanas, “ mi cuerpo es verdadera comida y mi
sangre es verdadera bebida “ les parece muy difícil de aceptar. Y se alejan de
Jesús, lo abandonan.
Jesus se dirige a los 12, les
pregunta, “ ¿y ustedes también me van a abandonar? “
Pedro responde en nombre de ellos,
“¿Señor, a quién iremos? “
¡ Iremos a Jesús por María, con una
sonrisa!
El caballero de Nuestra Señora.
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