Señor, qué bueno sería quedarnos aquí “
Al ser testigos
de la Transfiguración del Señor, los discípulos, Pedro, Santiago y Juan,
presenciaron y experimentaron un pedacito de la gloria de Dios. Vivieron
anticipadamente la felicidad que nos ha sido prometida a todos. Por eso exclamaron. “Señor, que bueno sería
quedarnos aquí”.
Ellos y sus compañeros
tuvieron la dicha de vivir en la presencia de Jesús durante la vida pública de
éste. En esta ocasión recibieron un privilegio más, ver, experimentar, sentir
la Gloria de Dios.
Dicen los
maestros de la vida espiritual que el gran reto de nuestra vida es caer en
cuenta que Dios vive en nosotros, que está siempre presente en cada uno de
nosotros, que nos conoce por nombre, que nos AMA.
Dice el hermano
Lorenzo, un religioso Carmelita, laico que vivió en el siglo XVII , que para
poder vivir en la presencia de Dios, nos ayuda el detenernos unos instantes
durante las diferentes ocupaciones del día y aún durante nuestra oración para
renovarnos en la presencia de Dios. Para caer en cuenta que Él es, para
alabarlo, para darle gracias, para descansar en su amor.
Esta práctica de
reconocer su presencia frecuentemente durante nuestro día, nos ayudará a
reconocerle no solamente nosotros sino también en las demás personas y en el
universo que nos rodea.
Esta semana
pasada tuve una experiencia de la bondad de Dios en mi vida y en la vida de mi
familia, sentí su presencia continua en nuestras vidas.
Mi esposa, mi
hija, mi nieta y yo estábamos de vacaciones. Acabamos de almorzar y estábamos
listos a emprender el viaje de regreso a Long Island.
Cuando íbamos a
subir al automóvil
mi nieta notó que
una llanta delantera había perdido bastante aire. Recordamos que habíamos
pasado una estación de gasolina antes de llegar al restaurant.
Nos dirigimos
allí. Al llegar preguntamos si había alguien que podía chequearnos la llanta.
Una persona inmediatamente se ofreció a ayudarnos. Comprobó que había un escape
de aire en la llanta, pero nos informó que ellos no tenían las herramientas
necesarias para arreglarla
Pero regresó a la
oficina y con la ayuda de otra persona, buscaron en la computadora y
encontraron un lugar cercano, a menos de
cinco minutos de distancia ,a donde podían ayudarnos.
Llegamos al
lugar, los recibieron cortésmente, nos invitaron a sentarnos en un salón con
sillones cómodos y aire acondicionado para esperar en lo que reparaban la
llanta. Lo que hicieron en una media hora y pudimos emprender el viaje de
regreso.
Dimos gracias a
Dios porque el problema había surgido en un lugar donde pudimos encontrar ayuda
inmediata. Dimos gracias a Dios porque todas las personas a quienes recurrimos,
respondieron con cortesía y bondad.
Reconocimos y
dimos gracias por la protección, el amparo, la gran bondad de Nuestro Dios que
está siempre está con nosotros.
¡ Señor, qué
bueno es vivir en tu presencia!
El Caballero de
Nuestra Señora
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